sábado, 6 de junio de 2009

Si un autobús puede llegar tarde, llegará tarde

Como salí con mucho tiempo de antelación para coger el autobús que me llevaría a Madrid tuve que esperarlo como una hora.

Mientras tanto intenté entablar un poco de conversación para echar el rato con una mujer rusa a la que no le apetecía mucho hablar español a media noche.

La conversación se terminó pronto. Pero como los silencios ya no me intimidan me senté allí a esperar y dejé el tiempo pasar mientras trataba de aprender alguna palabra de coreano.

Cuando llegó el autobús resultó que nos tocaba juntos.

Ella seguía con la misma energía así que me dediqué a escuchar la conversación que tenían las dos chicas del asiento de detrás.

Al cabo de un rato decidí que lo mejor era echarme a dormir.

Cinco horas y media y un dolor de espalda después estábamos llegando a Madrid. Llevábamos unos 15 minutos de retraso, algo sin importancia.

Lo grave empieza aquí. El conductor se negaba a partir hacia el aeropuerte (trayecto que los 8 pasajeros que quedábamos habíamos contratado) hasta que no llegara un autobús de San Fernando que traía otras 5 personas con ese destino.

La mitad de los que estabamos allí se amotinaron y se fueron con las maletas al metro.

Yo fuí menos rápido y más confiado. El conductor había dicho que tardaría unos 20 minutos en llegar su compañero. Yo le creí. Gran error.

Los 20 minutos se convirtieron en 1 hora y los 20 minutos hasta el aeropuerto en 40 minutos. Por suerte, tenía un margen de unas 3 horas entre el autobús y la salida del avión.

Cuando hice check-in sólo quedaban 20 minutos para el cierre del embarque. Pero llegué.

Es la primera vez que he visto el avisto de "última llamada" para mi vuelo.

La moraleja de todo esto es que por mucho que te aseguren que un autobús va a llegar puntual, las circunstancias del tráfico no las controlan los conductores.

Así que ve con un margen de tiempo doble del que considerarías normal y si te avisan de que va a haber retraso... escapa!

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